PALERMO Y UN CAPITULO MAS EN SU PELICULA

Una señora mayor, su esposo, junto a uno de sus hijos y su nieto se emocionaban en la platea del estadio “Peter Mokaba” de la ciudad de Polokane, en Sudáfrica. En la Argentina, el reloj marcaba las 17:09 pm, cinco horas menos que en el país del Mundial. 34 eran los minutos que corrían en el cronometro del arbitro Ravshan de Uzbekistan. Hacían 2´ desde que Martín Demichelis había convertido el único tanto del partido, pero el aroma a gol no se iba.
En ese marco, Diego Maradona, disiente con sus ayudantes, quienes le ponían todas sus fichas a Gonzalo Higuaín, el goleador frente a Corea del Sur, y le dice tres palabras a Mancusso y a Enrrique: “Traelo a Martín” (Palermo). El goleador reclamado por el pueblo, ya no solo por los hinchas de Boca ni de Estudiantes, se acerca al DT, quien le pide que “defina el partido”. La emoción de esa familia en la tribuna acrecentaba y algunas lagrimas comenzaban a aparecer en sus rostros; esas personas eran nada menos que la mamá, el papá, el hermano y el hijo del máximo goleador de la historia Xeneize, que estaba a punto de cumplir su máximo sueño: debutar en una Copa del Mundo.
Se retiraba Diego Milito, e ingresaba con la camiseta número 18, porque la 9 es de Higuaín, el interminable Martín Palermo. Poco más de 10 minutos le quedaban al partido, el cual ya estaba cerrado, pero se presentía que algo estaba por venir, y con el “optimista del gol” en cancha, siempre hay que guardarse un lugarcito para una nueva emoción.
Ni bien entró lo buscó, al encontrarse con la pelota en el área, al mejor estilo de aquel recordado gol ante River por la Copa Libertadores 2000, giró lento y le pegó, pero la pelota tomo un destino diferente al deseado por el goleador; luego intentaría con un cabezazo que tuvo como fin las manos del arquero Tzorvas. Finalmente, cuando parecía que el partido finalizaba 1 a 0, llegó el gol del Titán, el gol del pueblo, el gol mas esperado por los hinchas, llegó la felicidad de un país que se contagia de optimismo cuando Palermo entra en el campo de juego.
Gran jugada de Messi, la típica del astro del Barza, quien engancha de derecha hacia izquierda por el borde del área, deja a dos griegos en el camino y saca un zurdazo tremendo que el arquero, esta vez, no logró controlar con firmeza y deja un revote letal, digo letal porque le quedó al hombre de la película, justamente a Martín Palermo, quien colocó un derechazo al palo más lejano del Tzorvas para sellar el 2 a 0, a los 44 minutos del segundo tiempo y cumplir su sueño, el de su familia, y desatar la alegría de todo un país. "Esto es increíble. Es un día muy feliz para mí, estoy contento. Nunca pensé en esto, es único, impagable. Se lo agradezco eternamente a Diego, al cuerpo técnico y al grupo", señalo mas tarde el eterno goleador, quien a fuerza de su perseverancia logró que algún día, los libros de la historia de los mundiales, le dediquen al menos una pagina. "Mi hijo es el hombre que convierte los sueños en realidad", dijo un emocionado Carlos, el padre del goleador.
De esta manera, Palermo se convirtió en el jugador más grande en debutar (36 años) y hacer un gol en una Copa del Mundo, cerrando un nuevo capitulo, del que no me atrevería a decir: el último.

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