INDEFENDIBLE (Olé)

Triste, sin compromiso ni estrategia, deprimida, la Selección cayó y se complicó más. ¿Culpables? Todos
Menos mal que no fue gol. Esas definiciones heroicas, una tapa de Schiavi y Palermo ungidos como salvadores, la foto del grito descontrolado y final, quizás hubiera desatado una euforia maligna. Una euforia que hubiera tapado este papelón histórico. Eso fue Argentina, este equipo de Maradona: la nada misma. Paraguay, este Paraguay de Martino, solidario y sin estrellatos, lo goleó. Lo humilló. Peor que Brasil, sencillamente porque Brasil es Brasil.

El 10 hace un amago, dos. Gambetea a un rival, a otro. Deja en evidencia la anatómica lentitud de un tercero, el 2 del equipo, que parece recién bajado de una montaña rusa: perdido, mareado, desubicado. A 40 metros, Messi mira. El 10, Salvador Cabañas, no juega en el Barcelona sino en México y no figura en ninguna terna con aspiraciones de consagrarse como el mejor del planeta fútbol. Pero es él quien pone la distinción.

No hay mejor imagen que la cara de Messi, su mirada ausente, su descompromiso absoluto, para reflejar esta noche larga. Verón trató de levantarlo, fue su psicólogo en el entretiempo, la mano en la nuca, persiguiéndolo con palabras de aliento. Pero Messi no reaccionó, perdió con la pelota, no jugó sin ella y sus compañeros jamás lo encontraron. Y, con su despertador expulsado, ni siquiera tuvo lucidez para meter ese tiro libre al área, una vez que el mensaje era buscar por arriba lo que no se logró por abajo.

¿Cuánta responsabilidad tiene Maradona? Muchísima. Ya cometió todos los errores que puede cometer un DT. Desde pifiar la estrategia hasta desmotivar jugadores con sus banquinazos (Otamendi, Burdisso, titulares o ni al banco), errar cambios (¿para qué sacó a Dátolo si había que tirar centros al área? ¿Para agregar barullo con Lavezzi?) y ensoberbecerse hasta desviar culpas hacia el periodismo.

Argentina fue un equipo triste, deprimido y creó una sola situación de riesgo, cuando un Paraguay asustado hizo todo para que le empataran con un hombre de más. Pero los jugadores también tienen su responsabilidad: no se pueden errar pases de dos metros, dejarse comer por la presión por falta de precisión, tirarle centros a un 9 de 1,70 metro que está rodeado por cabeceadores expertos. Apenas se vio una luz de reacción en Gago y Mascherano, en medio de una actitud general penosa. Ante una situación parecida, cuando vio señales de que algo se había roto, Basile se fue: no soportó la falta de compromiso. ¿Qué debería hacer Diego? Sólo él sabe.

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